martes, 22 de abril de 2014

Historieta de Liniers


Rodolfo Walsh

http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/dictadura/la_ultima_carta_de_rodolfo_walsh.php

Benedetti y los desaparecidos // Galeano // Audios de la dictadura

http://www.youtube.com/watch?v=WLBR_8ch_xg
http://www.youtube.com/watch?v=5S_sJHo1YWE
http://www.elhistoriador.com.ar/escuchar/dictadura.php

Zamba en la casa rosada

http://www.youtube.com/watch?v=KeBqYf3oQBA

Carta de Juan Gelman, para recuperar su nieta

Juan Gelman se encontraba exiliado cuando en 1976 su nuera embarazada y su hijo fueron secuestrados en Buenos Aires. Una patota de la SIDE los trasladó al centro clandestino de detención Automotores Orletti, donde también se encontraba un grupo de militares uruguayos que perseguía exiliados de su país.

En una entrevista de Juan Gelman a Luis Bruschtein este cuenta como los uruguayos "trataron de inventar una supuesta invasión guerrillera desde la Argentina para forzar la ayuda norteamericana. Entonces trasladaron a los uruguayos secuestrados en la Argentina."

Gelman sabía que su nieta o nieto había nacido en cautiverio y que,  gracias al testimonio de una sobreviviente uruguaya, su nuera había sido trasladada a Uruguay.

Después de una intensa búsqueda y de cruzar datos entre Argentina y Uruguay, en 1998 Gelman pudo comprobar que su nuera había dado a luz en el Hospital Militar de Montevideo. A pesar de las pruebas, el expresidente Sanguinetti se negó a afirmar que en Uruguay hubieran existido casos de apropiación de bebés.  En 1999, después de ocho meses "promesas de investigación" Gelman decidió publicar una carta abierta a Sanguinetti. reclamando por el paradero de su nieto/a.

A partir de allí el presidente uruguayo comenzó a recibir cartas de todo el mundo exigiendo respuestas: 20 mil firmas de Alemania, 115 poetas de 71 países, los Premios Nobel José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Dario Fo, Rigoberta Menchú, Günter Grass, Seamus Heaney y Wole Soyinka, todos pedían lo mismo: saber dónde estaba su nieta.

Finalmente el presidente uruguayo Batlle se mostró abierto a reconocer la presencia de desaparecidos en el territorio uruguayo, y asumió la responsabilidad no sólo de encontrar al nieto de Gelman sino también su nuera.

En 2000, al mes de asumir el nuevo presidente Batlle, la nieta de Gelman, fue encontrada y Gelman pudo reunirse con ella. La joven pasó a llamarse María Macarena Gelman García.

Reproducimos la carta que Gelman escribió en la búsqueda desesperada de su nieta.

Carta a mi nieto ( 1995- Publicada en el semanario Brecha, Montevideo, el 23 de diciembre de 1998)

“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. El estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti que funcionaba en pleno Floresta y los militares habían bautizado “el Jardín”. Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron -y a vos con ella- cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar -así era casi siempre- a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: Los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después. Han pasado 12 años desde que los militares dejaron el gobierno y nada se sabe de tu madre. En cambio, en un tambor de grasa de 200 litros que los militares rellenaron con cemento y arena y arrojaron al Río San Fernando, se encontraron los restos de tu padre 13 años después. Está enterrado en La Tablada. Al menos hay con él esa certeza.

Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste. Me lo aseguró el padre Fiorello Cavalli, de la Secretaría de Estado del Vaticano, en febrero de 1978. Desde entonces me pregunto cuál ha sido tu destino. Me asaltan ideas contrarias. Por un lado, siempre me repugna la posibilidad de que llamaras “papá” a un militar o policía ladrón de vos, o a un amigo de los asesinos de tus padres. Por otro lado, siempre quise que, cualquiera hubiese sido el hogar al fuiste a parar, te criaran y educaran bien y te quisieran mucho. Sin embargo, nunca dejé de pensar que, aún así, algún agujero o falla tenía que haber en el amor que te tuvieran, no tanto porque tus padres de hoy no son los biológicos -como se dice-, sino por el hecho de que alguna conciencia tendrán ellos de tu historia y de como se apoderaron de tu historia y la falsificaron. Imagino que te han mentido mucho.

También pensé todos estos años en que hacer si te encontraba: si arrancarte del hogar que tenías o hablar con tus padres adoptivos para establecer un acuerdo que me permitiera verte y acompañarte, siempre sobre la base de que supieras vos quién eras y de dónde venías. El dilema se reiteraba cada vez -y fueron varias- que asomaba la posibilidad de que las Abuelas de Plaza de Mayo te hubieran encontrado. Se reiteraba de manera diferente, según tu edad en cada momento. Me preocupaba que fueras demasiado chico o chica -por ser suficientemente chico o chica- para entender lo que había pasado. Para entender lo que había pasado. Para entender por qué no eran tus padres los que creías tus padres y a lo mejor querías como a padres. Me preocupaba que padecieras así una doble herida, una suerte de hachazo en el tejido de tu subjetividad en formación. Pero ahora sos grande. Podés enterarte de quién sos y decidir después qué hacer con lo que fuiste. Ahí están las Abuelas y su banco de datos sanguíneos que permiten determinar con precisión científica el origen de hijos de desaparecidos. Tu origen.

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo especial y tierno y pícaro. Quién sabe como serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.”

Imagenes !






Censura

Desaparecidos !

El Grito



Mural Camet

jueves, 3 de abril de 2014

Condiciones de Vida en "La Escuelita" ( Centro detención concentración clandestino en Bahía Blanca)

Un promedio de unas quince personas sobrevivíamos en condiciones infrahumanas, donde a la incertidumbre sobre nuestro destino-final y el temor permanente a la muerte -que se prolongaba por largos meses- se sumaban la tortura física y la carencia de las cosas mas elementales para cubrir las necesidades humanas. 

Obligados a estar acostados, a veces inmóviles o boca abajo durante largas horas, con los ojos vendados y las muñecas atadas fuertemente (en los hombres se solía utilizar esposas). Cubiertos con una sucia manta cuanto las temperatura alcanzaba varios grados bajo cero, éramos obligados a cubrirnos hasta la cabeza cuando el calor era fuerte. 

La venda en los ojos era fuertemente ajustada, aunque en oportunidades pasaban guardias que no las ajustaban lo cual era usado como excusa en la guardia siguiente para pegarnos "Por no avisar" Frecuentemente nos tapaban también los oídos con la venda. Muchas veces se nos permitía hacer nuestras necesidades una sola vez por día y luego de muchas horas de pedirlo. Otras veces los guardias nos ofrecían llevarnos al baño pero eran tantos los golpes, empujones y malos tratos que recibíamos en el trayecto que preferíamos no ir. 

En una de esas idas al baño me rompieron un diente empujandome contra la reja que cerraba la entrada a las habitaciones. Otras veces nos hacían formar un "trencito"; entraban a gritos en las habitaciones, golpeándonos con un garrote de goma nos apuraban a que nos pusiéramos los zapatos, que buscábamos a tientas alrededor de la cama. Luego nos hacían formar en hileras de 4 ó 5, tomados unos de las ropas de los otros, a veces podíamos tomar la mano de alguien, ellos no lo sabían y su propósito era humillarnos y reírse de nosotros, pero ese contacto con una mano solidaria nos reconfortaba. El baño en cuestión era una letrina sin puertas, en el patio. Mientras hacíamos nuestras necesidades eramos observados por los guardias que nos insultaban. Estábamos tan debilitados que nos desmayábamos muy frecuentemente cuando nos levantábamos para ir al baño. 

Estábamos muy sucios, nos bañábamos cada 20 días y en el transcurso no se nos permitía lavarnos las manos, con las que solíamos comer muchas veces a falta de cubiertos. Nos echaban polvos insecticidas tóxicos sobre el cuerpo y el cabello "para combatir pulgas y chinches". Mientras nos bañábamos eramos observadas por los guardias encapuchados, luego del baño, nos volvíamos a colocar la misma ropa sucia. A veces, cuando saqueaban las casas solían traer algunas ropas al "campo"' y una vez obligaron a todos los hombres a vestir camisones de mujer y vestidos mientras se secaban sus pantalones. El objetivo era humillarlos. En días muy fríos solían bañar a los hombres con una manguera en el patio, como a los animales. 

La comida consistía en almuerzo a la 1 (13 horas) y cena a las 7 (19 horas); o sea que durante 18 horas seguidas no probábamos bocado. Vivíamos con hambre permanentemente. Yo adelgacé 10 kg. llegando a pesar 45 kg. (mido 1,64 m). A la comida escasa, falta total de azúcares y frutas, se sumaba el hecho de que la situación de "stress" permanente hacía que nuestro organismo consumiera mayor cantidad de calorías. Solíamos temblar durante horas de frío, a veces en verano. Comíamos nuestro plato de comida con los ojos vendados, sentados en la cama y con el plato sobre la falda, apoyado en la almohada. Cuando había sopa o guisos líquidos los golpes eran permanentes porque los guardias pretendían que mantuviéramos el plato derecho, cosa imposible con los ojos vendados. 

Cuando teníamos sed podíamos pedir agua durante horas sin obtener más respuesta que amenazas o golpes. Hablar estaba prohibido y era castigado con golpes de cachiporra de goma, puñetazos o quitándosenos el colchón. Una vez que me encontraron hablando me llevaron a los empujones hasta la cocina, me obligaron a desnudarme y a colocarme bajo una gota de agua que caía por un agujero del techo, ya que estaba lloviendo. Estuve media hora parada allí y luego me pegaron fuertes patadas. Ea otra oportunidad, me colocaron en la misma pieza con mi esposo después de 3 meses de no vernos. 

Luego de dos días de escuchar atentamente tratando de encontrar un momento para hablar, creíamos que no nos observaban y alcanzamos a

cruzar algunas palabras, pero nos estaban escuchando: fuímos brutalmente golpeados y por supuesto separados de habitación. Nunca voy a olvidarme del día de mí cumpleaños, el 7 de febrero: me permitieron sentar en la cama; también había música ese día: estaban torturando a Carlos Mario D'Ilaqua y a Hugo Pvonpíndal y pretendía tapar los gritos con el ruido de la radio.
Cuando detenían a gente nueva solían traer buena comida, nos decían que: "debíamos estar contentos" en esas oportunidades. El día en que detuvieron a "Benjamín" -un muchacho de 17 años- nos habían traído un trozo de queso para la cena. Benjamín -casi un niño- fue brutalmente golpeado; después de tenerlo todo el día sin comer, alternativamente colgado de los brazos y sumergido en el pozo de agua y parado al sol, lo trajeron a nuestra habitación. Allí le ataron las manos a los pies de mi cucheta (yo estaba en la cama de arriba). Toda la noche estuvo allí parado y desnudo, recibiendo los golpes de los guardias que entraban a cada rato diciendo que "estaban aburridos" y "querían boxear un poco". 

Lo golpeaban en el estómago y caía, quedando colgado de las manos; lo obligaban a levantarse y lo volvían a golpear. En un intervalo alcancé a pasarle unos trozos de queso y de pan por debajo de la manta: debía colocármelos entre los dedos de los pies y alcanzárselos hasta su mano, ya que de otro modo nos podían descubrir. 

E1 clima de violencia era permanente, nos amenazaban constantemente gatillando sus armas en nuestra cabeza o boca. Una vez, a uno de los guardias que estaba parado enfrente de mi cucheta se le escapó un tiro adentro de la habitación, podía haber sido fatal. 

Había cosas insólitas: un día nos trajeron a todos cepillos de dientes y pasta dental, no teníamos nada, casi no nos bañábamos y a duras penas nos llevaban al baño, ¿nos dejarían lavar los dientes? Un día cuando nos llevaron al baño nos dieron un vaso de agua para que nos laváramos los dientes, yo no pude resistir unos minutos más parada y me desmayé. A los dos días nos quitaron todo: la pasta dental era de los Laboratorios del Ejercito Argentino. 

En los últimos tiempos trajeron un médico o enfermero que venía a preguntarnos como estábamos: como las mujeres no menstruábamos nos decía que nos iba a poner una inyección pero que iba a ser "antes de ir a la cárcel". Escuché que les decía que les iba a poner esa inyección a Zulema Izurieta y a María Elena Romero la noche en que las sacaron de allí. Minutos después sentí como hablaban con la voz del que se esta durmiendo por efecto de la anestesia.

LA MEMORIA - LEON GIECO

La dictadura militar en Argentina


El 24 de marzo de 1976 ocurrió lo que muchos esperaban: Isabel Perón fue detenida y trasladada a Neuquén. La Junta de Comandantes asumió el poder, integrada por el Teniente Gral. Jorge Rafael Videla, el Almirante Eduardo Emilio Massera y el Brigadier Gral. Orlando R. Agosti. Designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla. Dispuso que la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea compondrían el futuro gobierno con igual participación. Comenzó el audodenominado "Proceso de Reorganización Nacional".

José Martínez de Hoz fue designado ministro de Economía y, el 2 de abril, anunció su plan para contener la inflación, detener la especulación y estimular las inversiones extranjeras.
La gestión de Martínez de Hoz, en el contexto de la dictadura en que se desenvolvió, fue totalmente coherente con los objetivos que los militares se propusieron.
Durante este período, la deuda empresaria y las deudas externas pública y privada se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, cercenando aún más la capacidad de regulación estatal.

Con ese clima económico, la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado que, fuera de enfrentar las acciones guerrilleras, desarrolló un proyecto planificado, dirigido a destruir toda forma de participación popular. El régimen militar puso en marcha una represión implacable sobre todas las fuerzas democráticas: políticas, sociales y sindicales, con el objetivo de someter a la población mediante el terror de Estado para instaurar terror en la población y así imponer el "orden", sin ninguna voz disidente. Se inauguró el proceso autoritario más sangriento que registra la historia de nuestro país. Estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron secuestrados, asesinados y "desaparecieron". Mientras tanto, mucha gente se exilió.